«Men’s in Art», así se llamó la exposición de la Galería Ward Nasse, en Nueva York, Estados Unidos, para la cual el artista alajueliteño Gabriel Muñoz fue escogido para presentar tres de sus obras: ‘Suspiro’, ‘Casi que me pierdo’ y ‘Viejo del monte’, esta última incluso encontró casa en Estados Unidos, donde fue vendida.
Desde el 1° y hasta el 15 de abril, el arte de las manos de este vecino de San Felipe, fue expuesto junto a tres artistas ticos, y otros 8 de nacionalidades como Bulgaria, Brasil, Estados Unidos, Canadá, Alemania y Francia. Entró gracias a la recomendación la artista Ana Ulate, quien participó en la edición Women in Art, y fue escogido por la Galería.
Esta no es la primera vez que Muñoz, de 28 años, ha llevado su talento fuera de las fronteras ticas, anteriormente ha ido a Brasil y Chile donde ha quedado en los primeros lugares; pero ¿quién es este alajueliteño de cepa? ¿cómo llegó a ser escultor? ¿cómo es su vida como artista? Desde su taller, Muñoz conversó amenamente con este medio y nos detalló un poco sobre estos aspectos.
¿De dónde traías esa espina por el arte? Mi mamá me cuenta que cuando venían a jugar conmigo, yo siempre prefería una hoja o un papel. Ya después yo lo notaba porque hacía cosas con el barro, hacía pirámides, y luego en la escuela, dibujaba en los cuadernos. Y siempre desde la adolescencia yo ahí jugando escondido me perdía quizá con una rama o un tronco. Sé que de parte de mi mamá hay músicos y pintores, creo que quizá también de ella puede derivar, más que todo.
¿Y cuándo decidiste que esto era lo tuyo? Eso fue en 2009, yo en 2008 hice el examen para entrar a la arquitectura, por influencia de mi hermano, y pasé los exámenes, pero en febrero del 2009, un tío mío al que yo le había regalado una escultura que yo había hecho me habló de la Casa del Artista, y me ayudó a para hacer el examen de admisión, y lo pasé. Yo la verdad me sentí contentísimo. La verdad ahí fue cuando me di cuenta que esto era lo mío. Fue una conmoción para mi familia, mis papás me dijeron que me iba a morir de hambre, y que iba a llenarme de vicios por lo que creían del ambiente de los artistas, pero yo me planté y les dije que no iba a estudiar arquitectura. Mi mamá pasó casi 6 meses sin hablarme.
«Hay amores en la vida, y este es el mío»
¿Qué le ha dado el arte a Gabriel? La verdad esa pregunta es muy fuerte (ríe). Bueno, el arte en general es la profesión más cruel que hay, yo sé que seré famoso cuando me muera. Me ha dejado amistades increíbles, lo cual vale más que tener plata. La escuela de la calle ha sido impresionante. Me ha dado alegrías para mi familia, quienes son los que me han apoyado. También me ha hecho muy feliz el hecho de que he podido demostrar que Alajuelita no todo está mal, me siento orgulloso de ser de acá, y me gustaría que lo que he logrado fuera se resalte que soy de este cantón, de donde fue mi abuelo, mi papá y yo.
Viendo en retrospectiva esa decisión y siendo que vivir del arte es difícil ¿qué cambiaría? Yo he deseado y he llorado muchas veces por no ser lo que soy, pero cuando entro al taller o voy a un simposio, el amor me nace, y soy el más frágil y más susceptible y me rindo a esto. Pero cuando salgo y caigo en la vida real, me agobio, porque sí, se ocupa dinero y la gente no paga por el arte. He perdido muchas oportunidades en el extranjero, como exposiciones, y con esta ida a Nueva York pues he hecho un gran esfuerzo en el que he agotado mis recursos. A veces me arrepiento de haber participado en otros países, porque me alienta a seguir; me arrepiento, y no me arrepiento.
Si ves la historia del arte, vos ves escultores que en vida hicieron lo que yo hago: trueques; yo he vendido esculturas por vino y pan, queso y jamón, y eso lo que hizo Picasso, lo leía en los cursos, y ahora lo vivo.
Tengo muy claro que estaré feliz cuando yo pueda decir que hay plata suficiente porque vendo mis piezas, cuando pueda ayudar a un familiar que requiera dinero, cuando pueda desarrollar mi idea de brindar en Alajuelita una opción gratis para enseñar escultura. Cuando pueda hacer eso estaré feliz.
Pero poca gente tiene claro en la vida para qué es bueno o qué quiere ¿entonces estás bien no? Yo siento que es que yo tengo la parte del miedo desactivada, eso es lo que creo que me pasa, porque la verdad yo creo que la gente sabe qué quiere, pero le da miedo, porque tiene responsabilidades, y al igual que yo. Para mí es tan simple ir a buscar un trabajo cualquiera y ya, pero si hiciera eso, mi «yo» desaparecería.
¿De qué sirve hacer algo si no lo vas a hacer bien y con amor y dedicación?.
¿Podés comentarnos sobre las esculturas de la exposición en Nueva York? Es una propuesta con son piezas andróginas-orgánicas, es como un volver de la pieza, ‘Suspiro’ y ‘Casi que me pierdo’ representan los sueños, es como una forma en la que logré de una pieza tosca algo más suave, van en la línea de lo que he expuesto fuera del país. ‘El viejo del monte’ me inspiré del libro de José Saramago, el Ensayo sobre la ceguera, específicamente en un momento que estaba leyéndolo.
¿Cómo describís a Gabriel como persona? Mi vida honestamente es muy monótona, yo me conformo con lo simple. Me encanta el fútbol, soy malo pero soy fiebre, me gusta la lectura de psicoanálisis, he leído algunos de García Márquez que me gustan y sobre todo leo acerca de la tendencia artística más que todo del oeste de Europa y Asia, que es muy diferente de acá. No veo televisión porque no logra atraparme nada, cuando veo es de la naturaleza. Me encanta la trova, es la que escucho cuando trabajo, me gusta Jorge Drexler, Pedro Guerra y me gusta mucho el jarocho, y el rock viejo. Me encantan los perros, son super agradecidos, Tejón es el que me acompaña siempre que estoy en el taller. En mi casa siempre hay animales.